
¿Y qué hacemos con los hermanos peleadores? Cristo nos ha perdonado la peor de las ofensas. Si somos verdaderamente cristianos, nosotros tenemos un llamado a perdonar la peor de las ofensas del otro (Ef. 4:32). No hacerlo es una muestra de orgullo y egocentrismo, ambos ofensivos a Dios. Lo que es más, si no podemos amar a quien vemos, lo más probable es que no somos cristianos genuinos (1 Jn. 4:20). Pero enfocarnos solo en lo de afuera no les va a mostrar su necesidad de Cristo.
